Opinión

¿De qué murió?

El periodismo está en peligro y no es algo nuevo, ni casual. Es fruto de una incesante lucha por parte del poder para acaparar y controlar a la opinión pública, a la masa efervescente de individuos que diariamente se exponen como niños débiles y manipulables, a la barbarie social y al espectáculo mediático.

Esta subversiva guerra de palabras mal dichas y construcciones mal hechas, que ya empezó hace mucho y que mienten y engañan a la sociedad, unido a las elocuentes campañas propagandísticas y publicitaria que adoctrinan a los fieles y corrompen la verdadera esencia de los juicios críticos, ha convertido el panorama periodístico en un circo espeluznante y la libertad de opinión en pura burla de unos resquicios idealizados.

La inocencia del pueblo cae en desdicha en el momento que todos, cómplices de un mismo crimen, asumen el silencio como dogma previamente estudiado y repetido del sistema. La ceguera popular, ante la indiscriminada caza de brujas que se torna sobre los miles de atrevidos y honestos conocedores de sus derechos, embriaga la sangre de los héroes que caen vencidos por la presión de intereses políticos y la pasividad de unos fieles que se mantienen con la atención en otros asuntos más irrisorios o banales.

Ya a finales del siglo XIX l caso Dreyfus demostró la irracionalidad de las masas y de la sociedad influida por el odio que los medios de comunicación y el poder sobre éstos ejercieron. En pleno siglo XXI es igual o
peor. El caso de Claudia López en Colombia o Emilio Palacio en Ecuador, condenados pública y judicialmente por ejercer un supuesto derecho reconocido en el democrático Estado de Derecho- valga la redundancia-, es otro ejemplo más de ese retorno a la impasibilidad y paradoja del ser humano y una ejemplificación clara de que ni aprendimos, ni aprenderemos.

Ambos casos, con desenlaces distintos, ponen en tela de juicio eso que desde el inicio de la civilización preocupa tanto: la libertad de opinión y expresión. Jesucristo fue condenado al predicar con ese derecho, y su discurso, alarmante e incómodo para el poder, fue tergiversado a lo largo de la historia como un elemento de represión. En otras culturas, la sumisión del discurso predilecto y establecido llega hasta unos límites insospechados.

Las condenas, persecuciones y crímenes, contra todos aquellos críticos y justicieros del sistema que predican con sus principios e ideales ejerciendo gratas influencias en el despertar colectivo, se tornan innumerable cuanto menos injusto.

Se puede silenciar la palabra, callar a los más molestos y alborotadores, coartar las libertades, incluso echar a los leones a los culpables, a los agitadores de conciencias, pero la libertad de opinión radica en el pensamiento propio y eso es algo inalienable, moral y ético que prevalecerá ante cualquier ser humano que se haga llamar como tal. El silencio es la enfermedad de los cobardes y la pasividad la ceguera de los ignorantes.

Un día, un joven preguntó por un señor que había fallecido de forma inesperada a los pies de su cama: - ¿De qué murió? El anciano que lo contemplaba desde la distancia contestó: - Se asfixió con las palabras que nunca dijo.
 

"Mejor morir de pie que vivir de rodillas" 

Durante siglos la jerarquización de clases ha condenado a unos a vivir de pie y a otros de rodillas. Los caciques, señoritos, nobleza o clero siempre han vivido con la cabeza tan estirada que a muchos se les olvidó que caminaban sobre la tierra. Mientras que labradores,  trabajadores y servidumbre han caminado  doblegados a sus amos, arrodillados y cosechando la chepa y la tez morena que a menudo les delataba su forma de vida.

En los días previos a la Semana Santa sevillana todo parece volverse semioscuro y cándido a la vez. Las señoras corren a comprarse un nuevo modelo para el viernes Santo y los hombres se cuidan los hombros para iniciar la tradicional carga. Sevilla parece un maremoto de gente danzando, al ritmo de los tambores, por las calles más emblemáticas de la ciudad. El olor a incienso prevé la llegada de una semana colmada por el festejo y delata la hipcresía de los que se colocan la marca cristiana durante siete días lectivos. 

Mientras me encontraba sentada sobre las escaleras que once meses antes estuvieron tomadas por miles de indignados, veía pasar la gente con bolsas de tiendas caras en la mano y, como una mancha oscura entre el azahar y los lirios de la primavera efervescente, un hombre carcomido por las noches a la intemperie y joroba achacada pedía limosna para comprarse un bocadillo. Corría a arrodillarse débilmente y suplicaba, con las manos en rezo, algunas monedas.   

El hombre, lejos de la típica figura recostada en las esquinas y con una cesta en los pies, asaltaba a los transeúntes a la desesperada y sentado sobre sus propias rodillas, mendigaba algo de dinero para comer. La gente sobresaltada y con la cabeza lo suficientemente alta como para alejarse de la chepa que alguna vez pudieron soportar, se libraba del pobre bajo aires mediocres y de superioridad, y le negaban la compasión que por la vida injusta y desmedida, y las fechas puntuales, merecía.  

“Mejor morir de pie que vivir arrodillado” decía Che Guevara, pero los tiempos cambian y las costumbres ético-morales también. En días previos a la conmemoración de Jesús, hijo de Dios, un hombre llora por la dignidad que el hambre le ha arrebatado y tambalea su honor por la miseria de un futuro preconcebido. Renuncia a lo más humano y propio, y vive de rodillas asaltando a los que, ajenos a su vida nocturna y suvenires vacíos en contenedores rotos, le condenan a vivir como antaño vivieron sus antepasados, donde la humildad cristiana mermaba la supervivencia terrenal y el apego a Dios era la excusa y esperanza para levantar la cabeza.

Verdugos de pensamiento


La marea azul pone freno en los Picos de Europa y de Despeñaperros para abajo frente a todo pronóstico. Andalucía, muy lejos de lo que titula ABC, pide un cambio. Un cambio de base, de política, de pensamiento y de actuación. Los ciudadanos ya le han visto los dientes han lobo y los andaluces y asturianos, que aún están a tiempo de parar la tala indiscriminada de derechos, buscan una alternativa que les dé un suspiro en esta agonía sin precedente.

Esta vez, los aires primaverales vienen acompañados de un verde esperanzador y rompen con el tópico absolutista al que la derecha se estaba acostumbrando. Desde que el mapa geográfico español, durante las pasadas elecciones municipales y el 20-N se coloreara de azul, no solo se han temido los recortes donde a más de uno se le ha caído el pelo, sino que la privatización del sector público, la educación y la sanidad han puesto de relieve la cara más retrógrada y oscura de un gobierno que suspira resquicios de un siglo pasado.

La izquierda, que como un higo maduro ha estado cogiendo polvo durante años sobre la despensa, se sienta ahora rejuvenecida y con el viento a su favor sobre la mesa de los negociadores para poner voz dentro de esta mansalva de mentira y malas cosechas que ya huele a rancio. Por otro lado, era de esperar el descontento y pasotismo social, cuanto menos desolador, que ha dejado a dos velas las urnas y bajo el desconsuelo de un 40% de abstenciones. Ausencias dolorosas para el sistema y chirriantes para los libros de historia que han visto desfilar sangre en pro de unos derechos legítimos. Parece que los miles de no representados hartos de la misma canción y hasta las narices del incompetente estribillo bipartidista decidieron pasar la jornada dominguera bajo el solano primaveral ajenos a un mal peor que aún está por llegar. 

Andalucía, tierra de viñedos y campiñas, agricultores y obreros, se ha posicionado frente los augurios de la gaviota popular que desde hace unos meses va dejando sus caquitas por la esquinas y, aunque los resultados del posible pacto PSOE-IU aún están por ver, Diego Valderas asegura la investigación de los ERE como prioridad y salvaguarda el derecho a la educación, protegiendo con ello la vanguardia del pensamiento. A pesar de las críticas, a la que la izquierda ya está más que acostumbrada, se espera una transparencia y claridad de esta coalición a fin de que se distancie de lo ocurrido en Extremadura.  

A Rajoy y su coletilla, la precariedad laboral, ausencia de convenios colectivos, despidos improcedentes y un largo e-t-c leído entre líneas, les ha pasado factura y costado más de una baja. Han ganado tres escaños con respecto a las elecciones anteriores frente a los seis que se ha sumado IU, quedándose a cinco escaños de la mayoría absoluta que con ansias celebraban. Además, el nuevo gobierno azulino, con cuatro meses de legislatura, se va visto achacado por una huelga general pospuesta, en contra de muchos ciudadanos críticos, a las elecciones andaluzas y asturianas a fin de pactar unas negociaciones y ante la aprobación de los nuevos presupuestos generales de Estado que sin duda, no tendrán buena pinta. 

Todo ello, supeditado a un gobierno títere, fuera del tópico blanquinegro, o por defecto, azulyrojo de la actual política española y sumiso a la pantomima alemana que desde Bruselas y la cúpula de estirados enchaquetados y especuladores financieros, prorrogan  una muerte anunciada. La promesa del gobierno de cumplir el déficit público del 5,3% pone sobre las cuerdas la economía española y guillotina a miles de familias que de tanto apretarse el cinturón comienza a asfixiar.  Sin distinguir al verdugo por su color o sello y juzgando a todo los justicieros por igual, desde que se aprobase el cambio de la constitución en año pasado y el gobierno vendiera su alma como Estado al diablo, los ciudadanos, víctimas de la corrupciones y las promesas chabacanas, andan vendidos al mejor postor.

Aún no puedo pronosticar qué será de los andaluces, asturianos o españoles en general a corto o largo plazo pero sí soñar con una revolución de pensamiento que merme el despliegue mediático y ponga los puntos sobre las íes en este sin sentido político. La degradación de los derechos humanos, los valores morales y la democracia como motor de cambio está tocando fondo. El espejismo social y la ensoñación a través de somníferos dosificados y con una canción de cuna preelaborada y frívola como telón de fondo, que a menudo me recuerda a 1984, nos aleja y enturbia de una guerra de palabras que comenzó hace mucho. Los tiempos piden un cambio que se alejen de los estragos pantanosos del régimen y rompa con los esquemas obsoletos del franquismo. La sociedad debe cambiar su discurso, y las elecciones dejar de ser meras condecoraciones o medallas autoimpuestas de un partido que se presenta como salvador de un pueblo desesperado, para ser una herramienta de poder al margen de la sociedad civil y de su interacción en el despertar democrático. 

Un, dos, tres, flex

Qué quieres ser de mayor? Ésta era la típica pregunta a la que sometían a los niños recién salidos de la guardería. Por entonces, los padres ya especulaban con el destino de sus hijos: si le gustaba construir castillos de colores con las figuras de Lego, el niño sería arquitecto; si le cambiaba los vestidos a las muñecas, la niña sería modista. No nos engañemos, ahora lo siguen haciendo pero con mayor incredulidad.

Lo cierto es que los padres sueñan con que sus hijos, por encima incluso de sus propios deseos, lleguen a lo más alto y escalen peldaños dentro de la tradicional clase social. A muchos se les llena la boca de orgullo y satisfacción cuando le preguntan qué hacen sus hijos y ellos contestan: ingeniero, médico, abogado...

Antes, poseer un título era todo un orgullo familiar, suponía tener el futuro asegurado y ser todo un partido a disposición del mercado del amor. Aquel suceso era digno de ser condecorado con un bonito marco para la orla del salón y  ser pregonado con una gran fiesta presenciada por los vecinos. Sobre todo, si el hijo o hija, venía de origen humilde.

Hoy en día, todo es muy diferente. La mayoría de los estudiantes tienen acceso a estudios superiores. Hoy, con esfuerzo y ganas, todo el mundo puede llegar a ser aquello que un día soñó. El problema viene cuando, con título en mano, no consiguen ejercer aquello por lo que año tras año, han luchado. 

Hoy la pregunta no es ¿qué quieres ser de mayor? sino ¿en qué trabajarás después de estudiar? La compra y acreditación del intelecto es hoy fundamental. Las instituciones piden estudios mínimos hasta para recoger la basura, cortar el césped o cuidar a personas mayores. La sociedad nos condena a ser meros títulis, donde si no justificas tu sabiduría mediante un papel sellado, no eres nada. He aquí la ley del más fuerte o dicho sea de paso, y que ahora está de moda, la ley de la competencia, la productividad y la eficiencia. 

El caso es que la ensoñación nos ha cogido por sorpresa y las grandes dosis de realidad que el señor Manostijeras y su comanda inyectan en los más emprendedores, bajo el pretexto redundante de una crisis interminable y lucrativa, pone de relieve la cara más chaquetera y profunda de una España abocada al fracaso. 

El problema radica en la secuela que ha dejado la sociedad del bienestar como espejismo, el conformismo como impunidad, y el incremento de la individualidad como nueva enfermedad  gestada por los especuladores de la ética.

Los jóvenes aferrados al opio que desde el proceso de lactancia han ido arrastrando, miran ahora su futuro desconcertados bajo la sumisión de un claro y acelerado retroceso.

Así, como la Bella Durmiente al tocar el huso o Blancanieves al morder la manzana, parece que los jóvenes se han sumido en un profundo sueño y que como en el anuncio, al escuchar: un, dos, tres, flex; se echarán a dormir.

¿Y quién dijo que no lo fuera?


A menudo, y muy a mi pesar, los medios de comunicación tienen la fea costumbre de elogiar o por el contrario, desmoralizar a cualquier personaje relevante que lleve la etiqueta de conflictivo o incite al debate social. Sin embargo, a veces el sensacionalismo llevado al extremo resulta chirriante hasta para los más curiosos del corazón.
Ahora, resulta que Merkel es una ciudadana más. El pasado viernes, la canciller alemana fue pillada infraganti en el supermercado y, qué gran desfachatez que ella misma llevaba la bolsa de la compra y elegía entre el maremoto de verduras y legumbres la más frescas para el próximo guiso.
No es que me sorprenda, todo lo contrario, yo lo hago dos veces por semana y además me echo a las ofertas más ridículas. Lo que me sorprende y asusta es que esa anécdota tan irrelevante como sospechosa ocupe sitio en uno de los periódicos más leídos y emblemáticos del país y se encuadre dentro de la sección internacional.
Nos gustará saber que Merkel, como tantos otros, también va a hacer la compra y seguramente lavará, planchará e incluso puede que hasta haga la cama entre otras de sus tareas matutinas. Y es que con tantas reuniones, vuelos y decisiones que rigen el futuro de Europa se nos olvidaba que entre otras cosas, también es ciudadana.
Pero lo más escalofriante aún es que muchos pensarán que dónde está su coletilla de servidumbre para hacer todo el trabajo sucio que le quitan tiempo para coger al toro por los cuernos. Seguramente les dio el día libre.  
“Como una ciudadana más titula” el ABC ¿y quién dijo que no lo fuera? Me pregunto yo. La creciente especialización de los medios de maquillar sensacionalmente a los heroicos traficantes del destino ético-moral y económico-social es tal vez, la lucha abierta más latente de los tiempos. Y eso unido a la idealización de los mandatarios políticos que nos condena a reconocer nuestra inferioridad como ciudadanos en un mundo hecho por y para todos. Hasta ahí la teoría.
¿Veremos también a Sarkozy, Obama, Rajoy o Esperanza Aguirre… eligiendo entre merluza o panga, brocheta o pechuga? No creo. Si no, siempre nos quedará la prensa para sorprendernos. 
 

¿Resaca periodística?


Una mañana un tanto resacosa en el mundo del periodismo que parece querer silenciar los gritos que durante el día de ayer ahogó más de 900 ciudades...

El movimiento que empezó como una protesta de los que ya estaban hartos y cansados del sistema, se ha extendido como la pólvora (y no es para menos) hasta tal punto que ha cruzado fronteras desde Nueva York a Tokio.

En la jornada de ayer, resucitando ánimos que se creían ya silenciados, volvimos a iluminar las calles en voz de un pueblo que busca y pide justicia, igualdad, trabajo, derecho a la educación y sanidad pública, a la vivienda digna y, tras un largo etc, una democracia que cada vez es más banal.

"El camino es lento porque llegaremos lejos" escuchábamos ayer entre aplausos que resonaban en las Setas. Unas cuantas horas después, me encuentro con el circo periodístico desplegado en los kioscos. La manipulación está ya tan asumida que a veces ni siquiera nos detenemos a analizarla, o en algunos casos, descojonarnos un poco...


Unos cuantos locos no podrán eclipsar un movimiento pacífico y ejemplar de lucha que cada día recoge más indignados a su paso.

Las Palabras al banquillo


Parece como si las palabras, en esta ‘competente’ democracia, hubiesen quedado relegadas a un segundo plano en detrimento de demagogos que disuaden con un buen discurso. La actuación prevalece como arma dominante en una sociedad cada vez más sujeta a pactos y a menos debates. 

Los ‘indignados’, que se lanzan a las calles en gritos pacíficos reclamando oídos democráticos que sepan escuchar, se chocan con frívolas manipulaciones, políticos sordos, y pactos que afirman el poco peso que la ciudadanía posee en el sistema.

La última medida, y que casi nos coge por sorpresa, es la reciente amistad casi fraternal que los diecisiete países de la eurozona acogen en base a la competitividad y la disminución de endeudamiento público, eso sí, bajo la ‘eficiente y próspera’ receta del papá alemán.

Los miles de no-representados que ya veían peligrar su futuro laboral, su sistema gubernamental e incluso su dignidad, tropiezan ahora con nuevas medidas, esta vez europeas. Éstas supondrán un aumento de la edad de jubilación, la privatización del sector público y los recortes de derechos de los trabajadores. Todo ello en favor de una poscrisis que declinará en el “empobrecimiento de la sociedad europea en beneficio de la banca y grandes empresas".

Las palabras al banquillo y al campo los mercados, las empresas y las grandes potencias estatales jugando en favor de sus intereses y lucrándose del adoctrinamiento pasivo del que han amamantado a sus ciudadanos.

Como si no tuviésemos bastante con la crisis económico-política y ético-moral a la que nos enfrentamos, resulta que la palabra en momentos donde tendría mucho que decir, queda desbancada. Espero que esto, no sea más que una mala jugada, y que aunque tenga que ser en la segunda parte, la palabra tome voz en la partida. 

Corral de comedia


Resulta realmente cómico el despliegue mediático que, tras las elecciones del 22 de mayo, se articuló entorno a los dos sistemas antagónicos dominante en el panorama político español. Tras conocer los resultados, un mapa geográfico coloreado de azul, dominaba los medios y mi pequeño televisor.

Luego, el asombro ante el pavoneo que desde la sede del PP se contraponía a la desdicha y desconcierto del PSOE, que desde la inmadurez mal vendida, y como si de un niño que ha tirado la piedra y escondido la mano, decía: “¡yo no he sido!”

Lo cierto es que en los días sucesivos, me reñí entre la confusión que generaba un grupo de parlantes que criticaban la inefectividad del movimiento abipartidista. Y por otro lado, el silencio significativo de los implicados que se aferraban a las medidas a largo plazo y a un duro trabajo de educación política en la ciudadanía.

Las previsiones y los balances estadísticos se han confirmado, tal y como se presupone en las próximas elecciones generales, dejando ver la parte más tradicional y chaquetera de los españoles. El tópico ‘blanquinegro’ que, como si de antiguas fotografías se tratase, no nos deja ver más variedad  de aquello que nos ponen por delante.

Y mientras tanto, un cumulo de votos en blanco y nulos que reivindican el descontento hacia el sistema democrático, una mayoría de no-representados que seguirán ausentes mientras continúen las deficiencia de la Junta Electoral y el Sistema D'Hondt.

Hechos, que a mi entender son socialmente relevantes, se configuran como la mímesis del espectáculo entre bambalinas. Con un guión basado en la banalización del adversario -que a menudo me recuerda a la parodia entre ‘el gordo y el flaco’-, y una escenografía que rememora los principios consagrados de la ideología que representan.

Hoy en día, la línea entre la realidad y la ficción está tan rebasada que cuando me expongo al medio, enciendo la televisión o abro un periódico, me parece haber entrado en un corral de comedia.

Silencioso ruido


Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. O eso intentaba expresar en sus versos Yat al-Qarmezi, una poetisa bahreiní antes de que fuera encarcelada. 

La poesía es una poderosa herramienta de combate relegada a un segundo plano, enemiga de los regímenes autoritarios. Somos el pueblo que matará la humillación y asesinará la miseria, ¿no oyes sus gritos, sus alaridos?”. Un verso escueto y sencillo, pero fuerte y valiente bastan para acallar la voz y acabar con las alas del pensamiento.

Con el movimiento del 15 mayo, comenzó en España, y ahora recorre Europa, una oleada de esperanza que se engendró en el norte de los países árabes y que ha fluido como un virus benigno despertando conciencias.

La red ha propiciado la difusión de un movimiento pacífico en Europa y la transmisión de un sangriento escenario de armas de fuego y lamentos que lleva por bandera la liberación y el reconocimiento de los derechos humanos en el régimen tirano. La caída del ponente dictador Ben Ali en Túnez reaccionó como efecto dominó y alimentó el miedo de los países vecinos que gozaban de soberanía absoluta en pro de la sumisión de su pueblo. 

Si algo temen los grandes dictadores son entes pensantes que desarticulen a través de la verdad, la razón y el pensamiento las bases incongruentes sobre la que construyen su ideología y mantienen intereses, y mucho menos si es mujer. 

Sin embargo, las persecuciones, los arrestos y las torturas, no callarán las almas de aquellos que gritan y componen discursos o versos, de aquellos que construyen, como seres libres, la sinfonía de una idea encadenada en rima, de aquellos que a pesar de estar enjaulados hacen ruido desde el silencio.

'Perroflautas' y la señora del traje




http://www.sevillaactualidad.com/noticias/component/content/article/11068-perroflautas-y-la-senora-del-traje.html






http://www.sevillaactualidad.com/noticias/opinion/tribuna-libre/10999-no-para-de-llover.html






http://www.sevillaactualidad.com/noticias/opinion/tribuna-libre/10957-una-insatisfecha-mas.html

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