El Maestranza ha clausurado este domingo 'La Valquiria', la segunda de las cuatro óperas que componen el ciclo de El anillo de Nibelungo, de Richard Wagner.
Con
textos inspirados en la mitología nórdica y en el poema épico
germánico, 'La Valquiria' iluminó anoche, tras su cuarta representación,
el escenario del gran Teatro sevillano. Esta ópera, estrenada por
primera vez en Munich en julio de 1870, acercó las miradas de los más
wagnerianos y curiosos de lo sublime que perduraron durante las cinco
horas de representación y que además, salieron "satisfechos".
Bajo la dirección de escena de Carlus Padrissa,
de la Fura dels Baus, que actualiza y renueva el legado de Wagner
insertándolo en el nuevo lenguaje teatral y tecnológico, más propio de
nuestro siglo, consigue darle a la obra romántica los matices futuristas
y alegóricos de lo que podría ser una realidad mecanicista condicionada
por patrones procedentes de la divinidad.
Además, Pedro Halffer,
director de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, consiguió acercar la
obra al espectador y realzar con su equipo la belleza de las escenas.
Como siempre – y es casi ilícito no encontrarlo junto a una buena pieza-
acompañó a 'La Valquiria' enriqueciendo su majestuosidad.
Dividida
en tres actos, la obra narra la historia del Dios de la Guerra, Wotan, y
sus nueve hijas, diosas menores destinadas a rescatar a los guerreros
caídos en la batalla. En el primer acto Siegmund y Sieglinde, pareja de
gemelos que Wotan ha engendrado con una mortal, descubren que son
hermanos, se enamoran, y huyen de la casa de Hundig quien ha desafiado a
Siegmund a una batalla. Wotan, que manda a una de sus hijas para
ayudarlo en la lucha, decide dejar a Siegmund a su suerte, influido por
Fricka, y le rompe la espada que él mismo le construyó. Cegado de ira,
Hunding, sale en su búsqueda y lo derrota. Sieglinde huye con
Brünnhilde, la hija preferida de Wotan, y éste, mata con un gesto a
Hundig y parte a buscar a su desobediente heredera.
En
el último acto, y quizás el más sorprendente y espectacular, Brünnhile
se reúne con sus hermanas a quien les pide ayuda, pero éstas, al sentir
la furia de su padre, fingen no oírla. Brünnhile da entonces su caballo a
Sieglinde para que huya al bosque prohibido y ella acatar el castigo de
su padre quien la priva de la eternidad y la condena a caer en las
manos de un mortal. En el desconsuelo, Brünnhile le pide a su padre que
si ha de ser desposada por un hombre, que al menos, sea digno de
poseerla. Wotan llama a Loge, el dios del fuego, quien rodea la roca
donde duerme, de una espesa cortina de fuego. Envuelta en llamas,
esperará la llegada de un héroe que consiga despertarla de su profundo
sueño.
A la salida, no faltaron
elogios para los miembros del reparto, quienes no sólo actuaron sino que
envolvieron el teatro con sus melódicas voces y consiguieron cautivar
la sala. El equipo de Pedro Halffter, también se situó entre los más
aplaudidos, los cuales hicieron un trabajo "admirable".
Tras
cuatro días de representación en la ciudad sevillana, el Maestranza
puede apuntarse otro tanto a su enorme y distinguida lista de actos
emblemáticos. Las piezas más ilustres y cautivadoras de nuestros tiempos
nunca dejarán de sorprender ni de acumular largas colas frente a las
taquillas del gran Teatro.
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