sábado, 29 de septiembre de 2012

Colombia y el realismo mágico


(Primer artículo publicado en El Heraldo en la columna de Edgar García, Flash aquí

Colombia, tierra que me acompaña desde hace ya algún tiempo y resuena en mis oídos a través de un buen amigo paisa o de una gran compañera costeña, vuelve ahora en la vigía para colarse entre los sigilos exasperados de una tierra callada y castigada por el devenir de los acontecimientos, por los maremotos de la historia. Una tierra anclada en su condición humana y alejada aún del embrujo imperialista acosador; una tierra fértil y viva, dura y salvaje, tierra de hombres, tierra de todos. 

Apenas han pasado unas semanas y ya empiezo a desvelar los secretos claroscuros de este destino enigmático, imaginativo y encantado. Su gente, los lugares, las comidas… todo un mangar de extravagancia y brebaje cultural que desemboca en bravío mar de las sensaciones, y festeja la resplandeciente amistad, casi fraternal, de un pueblo que te abre sus brazos y te regala su alma. 

Barranquilla, y he de añadir al pequeño pueblo de la región, Santo Tomás, ciudad de hospedaje y entusiasta bienvenida, ha sido la cuna de mi sonrisa y la puericultora de mis primeros pasos por un camino que tan lejos queda de mi lugar de origen (Andalucía), como  semejanza que de ella recoge. 

Cada esquina se me presenta como una sorpresa y un nuevo descubrimiento en este paraje tan encantado como mágico, y me sumerge de lleno en los escenarios más variopintos, inusuales y exóticos del otro lado del Atlántico. Un lugar donde hay cabida para todo y donde las inesperadas ofrendas  al que el país te invita, muy lejos queda de los falsos estigmas que el espectáculo mediático ha querido destacar.

Ya empiezo a desfilar por los barrios, las calles y los escondrijos expectantes custodiados por la urbe y el sofocante calor caribeño, ya empiezo a comprender ese realismo mágico de Gabriel García Márquez y su universo netamente humano; Ya desmiembro en cada suspiro y reconstruyo en cada parpadeo el flujo de esa esencia ‘macondiana’ que custodiaba mis noches de insomnio y brillaba en la imaginación de mis pensamientos.  

Ya empiezo a desvelar ese trasfondo que se esconde entre la disparidad de lo humilde y lo villano y absorbo, como si del último suspiro se tratase, hasta la última gota de este ensordecedor destino que ahora se rinde a mis pies y me brinda una nueva ruta.

Paula Romero González

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